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Memorias de guerra de un capellán
Tres años de la célebre Brigada Irlandesa del Ejército del Potomac
William Corby
Durante la campaña militar, el Padre Corby recoge sus impresiones de la Guerra de Secesión Norteamericana en la que está participando. Será la celebración del vigésimo quinto aniversario de la batalla de Gettysburg, el que le lleve a recopilar dichas notas y componer estas Memorias de guerra de un capellán, inéditas en nuestro idioma hasta hoy. En ellas ofrece un relato vivaz, honesto y reflexivo de cuanto experimenta como participante en la campaña.No estamos ante un libro de historia, sino ante un libro histórico; un viaje en el tiempo, un lúcido fragmento de vida. El Padre Corby vive la guerra y la narra desde dentro, expuesto a sus horrores y absurdos, pero también a sus actos heroicos y a sus divertidas anécdotas. A través de los ojos de este hombre valeroso y ferviente -influido también, como todos, por los paradigmas intelectuales de su época-, bondadoso y muy respetuoso con la milicia, nos sumergimos en una contienda que cambió para siempre la historia de los Estados Unidos y, por extensión, la del mundo entero.William Corby fue un sacerdote y educador católico nacido en Detroit en 1833. Estudia en la Universidad de Notre Dame y se incorpora a la Congregación de la Santa Cruz, una orden religiosa. En 1860, acabados sus estudios, es ordenado sacerdote, y sirve como pastor de una parroquia en Indiana.En 1861 al desatarse las hostilidades de lo que será la Guerra de Secesión, William Corby viaja a Washington D.C. para atender las necesidades espirituales de los soldados católicos de dicho ejército. En diciembre de ese año es nombrado capellán del Ochenta y ocho regimiento de Nueva York, una de las unidades de la afamada Brigada Irlandesa, a la que acompaña durante un periplo de tres años.Al término de la campaña, Corby retorna a Notre Dame, que por entonces es solo el germen de la inmensa y prestigiosa institución que es hoy en la que llega a ser uno de sus primeros presidentes: "el segundo fundador de Notre Dame". Finalizado el brillante desempeño de sus funciones, vuelve a ejercer como párroco en Watertown, terminando sus días como residente en su amada universidad.
22,90
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Históricamente incorrecto
Para acabar con el pasado único
Jean Sévillia
El buen historiador parte de unos hechos y los estudia en su momento concreto, separando las causas de las consecuencias. Lo políticamente correcto no tiene nada que ver con este método cuando saca sus imágenes de la historia. Siguiendo el capricho de sus lemas, juega con las épocas y los lugares, resucitando un fenómeno desaparecido o proyectando en los siglos anteriores una realidad contemporánea. Juzgando la historia pasada en nombre del presente, lo históricamente correcto ataca el racismo y la intolerancia en la Edad Media, el sexismo y el capitalismo bajo el Antiguo Régimen, el fascismo en el siglo xix. El hecho de que sus conceptos no signifiquen nada fuera de su contexto, poco importa: el anacronismo es rentable en los medios de comunicación. No es el mundo de la ciencia, sino de la conciencia; no es el reino del rigor, sino del clamor; no es la victoria de la crítica, sino de la dialéctica.Es también y, sobre todo, el triunfo del maniqueísmo. Mientras el historiador debe medir el peso sutil de los matices y las circunstancias, y recurrir a los campos complementarios de su saber (geografía, sociología, economía, demografía, religión, cultura), lo políticamente correcto borra la complejidad de la historia. Todo lo reduce al enfrentamiento binario del Bien y del Mal, pero un Bien y un Mal reinterpretados según la moral de hoy en día. A partir de entonces la historia constituye un campo de exorcismo permanente: cuanto más se anatematizan las fuerzas oscuras del pasado, más debe uno justificarse de no mantener con ellas ninguna solidaridad. Se demonizan así personajes, sociedades y épocas enteras. Sin embargo, no es más que una engañifa. No se apunta hacia ellos realmente: a través de ellos somos nosotros los que estamos en el punto de mira. Jean Sévillia (del prólogo de esta obra).
17,50
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Los límites de la cordura
El distributisimo y la cuestión social
G. K. Chesterton
[...] cualquiera que haya de ser la última etapa de la historia, ningún hombre cuerdo duda ya de que estamos presenciando las primeras. Ya no hay diferencia de tono ni de clase entre el orden colectivista y el orden comercial ordinario; el comercio tiene su burocracia y el comunismo su organización. Las cosas privadas ya son públicas en el peor sentido de la palabra, es decir, son impersonales y deshumanizadas. Y las cosas públicas ya son privadas en el peor sentido de la palabra; esto es, son misteriosas y secretas, y están muy corrompidas. El nuevo tipo de Gobierno comercial combinará todo lo malo con todos los planes para un mundo mejor. No habrá excentricidad, ni buen humor, ni noble desdén del mundo. No habrá nada, salvo una cosa abominable llamada «servicio social», que significa esclavitud sin lealtad. Este servicio será uno de los ideales. Olvidé mencionar que habrá ideales. Los hombres más ricos del movimiento han manifestado muy claramente que poseen cierto número de estos pequeños consuelos. La gente siempre tiene ideales cuando ya no puede tener ideas".Los límites de la cordura muestra la afinada intuición de Chesterton sobre las relaciones entre la propiedad y la libertad social. Chesterton reflexiona con su perspicacia habitual sobre el sistema social, político y económico. Ninguno puede presentarse con legitimidad sin poner en primer plano, como principio y fundamento de todo, la dignidad de la persona.
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Aventuras de dos niños en África
Henryk Sienkiewicz
Dos niños occidentales son raptados en el Egipto de finales del XIX. Sus peripecias para escapar y su paso por el desierto y la selva son narrados con la habitual fuerza y ritmo de Sienkiewicz.En la segunda mitad del XIX, un nuevo mundo, un nuevo continente se abre para los colonizadores europeos. Llevan consigo el progreso y la civilización. El choque con las culturas del continente es inevitable.La aventura que supone el descubrimiento de un fantástico continente, un mundo nuevo lleno de peligros y amenazas, es el marco ideal para la el valor y la nobleza de sus protagonistas.
22,00
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Una mirada a España
Ramiro de Maeztu
A Ramiro de Maeztu le tocó en gracia vivir uno de los momentos más delicados de la Historia de España. La pérdida de Cuba y Filipinas supuso un duro golpe a todos los niveles. De aquella experiencia surgieron innumerables diagnósticos, casi todos pesimistas, sobre la enfermedad que España venía arrastrando desde hacía muchas décadas. En este sentido, sobresalen ,y se aprecian- el pensamiento lúcido de hombres como Maeztu, que supieron tratar la cuestión de España, era el tema de su vida- no desde el cinismo, sino desde el afecto sincero hacia su país. Sus escritos instan a no quedarse en la palabra estéril, sino que llama a la acción, a abonar la tierra con nueva savia a vivificar la raíz de esa vieja, milenaria encina. Este libro se compone de una cuidada selección de artículos desde la juventud hasta la madurez del autor. Esta circunstancia tiene un valor especial, teniendo en cuenta que el propio Maeztu relegó al olvido su producción anterior a 1916, fecha que él tenía como de su conversión. Una conversión, como explicaba su propia hermana, no a la manera que se entiende vulgarmente, sino de la conversión en su auténtico, etimológico sentido, la del hombre que encuentra, al fin, su camino.
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El camino de Roma
Hilaire Belloc
A comienzos del siglo pasado, un emocionado y bravucón Hilaire Belloc, de pie frente a la imagen de la Virgen a la que tantas veces rezó en su infancia, hizo la siguiente promesa: "Partiré de este lugar donde, por mis pecados, serví bajo las armas; haré a pie todo el camino y jamás utilizaré máquina alguna que ande sobre ruedas; dormiré al raso y recorreré treinta millas al día; oiré misa todas las mañanas y estaré en la Misa Mayor que se oficie en San Pedro el día de San Pedro y San Pablo". Y así, de esta manera, dio comienzo a su peregrinación -y a este libro-, cuyo colorido, vitalidad y exuberancia lo convierten en una de las joyas olvidadas de la literatura del siglo XX.Después de numerosas jornadas, paisajes y anécdotas, bien regadas con vinos, cervezas y aguardientes, "concluí -escribe Belloc- algunos meses después en un punto donde pude cumplir mi voto final, habiendo quebrantado todos los demás uno a uno, según oiréis".El camino de Roma es, pues, el relato de una peregrinación desde Lorena hasta la Ciudad Eterna. En ella, Bellloc nos descubre la nobleza de las cosas sencillas. Nos demuestra que si sabemos mirar la realidad, ésta siempre nos ofrece razones para maravillarnos. Cualquier lector que acerque sus pasos a los de Belloc, sentirá que le acompaña personalmente en su peregrinación. En el fondo, también en esa otra peregrinación que, sin excepciones, a todos nos ocupa.Hilaire Belloc nació en la localidad francesa de La Celle-Saint-Cloud en 1870, estableciéndose su familia en las Islas Británicas el mismo año de su nacimiento. En 1892, se matriculó en la Universidad de Oxford. En 1896 contrajo matrimonio con el gran amor de su vida, la californiana Elodie Hogan.Junto a los hermanos Chesterton fundó un periódico, The Eye Witness, del que el primer director fue el propio Belloc. Mientras, prosiguió con sus obras históricas; The Jews, en 1922, e Historia de Inglaterra, escrita entre 1925 y 1931. En sus obras destaca la religión como un pilar básico de la vida social. Escribió más de 150 libros y contribuyó a la progresiva conversión al catolicismo de personajes de renombre, como los hermanos Chesterton. Murió en julio de 1953. De su obra, El buey mudo ha publicado El Estado Servil y Europa y la fe.
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